miércoles, 1 de septiembre de 2010

El Alamo Carolina

Del curso de guión cinematográfico que estoy haciendo con Campanella y Bortnik, este es el trabajo que más me gustó hasta ahora. El punto de partida fue el cuento de Haroldo Conti "La Balada del Álamo Carolina".



EXT. JARDIN DE UNA CASA – DÍA
Elvira, una hermosa mujer de unos 30 años, pelo negro, ojos verdes y una sonrisa reconfortante, embarazada de casi 9 meses, riega con mucho amor y cuidado las flores de todos los colores que hay en el enorme jardín de su casa. Mientras riega canta una dulce canción. El jardín parece una pintura, las flores están agrupadas prolijamente en rectángulos. El pasto está perfectamente cortado y es de un color verde intenso y en el medio hay un pequeño Alamo Carolina. De golpe suelta la regadera y se toma la panza, siente un dolor punzante y se arrodilla en el suelo.

ELVIRA (gritando)
¡Roberto! ¡Está llegando Osvaldito!

La puerta que da al jardín se abre violentamente y ROBERTO, un hombre alto, flaco de mirada profunda y nariz aguileña sale corriendo hacia ELVIRA y la levanta.

ROBERTO
Acá estoy, amor. No te preocupes.

ELVIRA
Me duele mucho. Es muy ansioso, Osvaldito.

ROBERTO
Ya vamos. Ya vamos.

ROBERTO la sube al auto y sale a toda velocidad rumbo al hospital.

INT. SALA DE ESPERA DE HOSPITAL – DÍA

ROBERTO espera sentado en la sala del hospital. Se aprieta las manos enérgicamente y clava la mirada en el piso. La espera es intolerable.

Aparece un cirujano, le pone una mano sobre su hombro y Roberto se pone de pie.

ROBERTO
¿Cómo está Elvira, doctor? Dígame que está bien.

CIRUJANO
Lo siento mucho, Sr. González. Su esposa perdió mucha sangre en el camino. Sólo pudimos salvar al bebé.

ROBERTO se queda en silencio, tarda en asimilar la pérdida y transcurren unos instantes hasta que se desploma sobre la silla en la que estaba sentado y llora desconsoladamente. El cirujano se queda parado sin saber cómo reconfortarlo.

INT. COMEDOR – NOCHE

ROBERTO está sentado en la mesa junto a OSVALDO quien tiene ya 6 años. ROBERTO tiene la mirada perdida y come sin ganas. OSVALDO lo mira con un dejo de tristeza. El comedor está muy ordenado pero es un lugar frío. Tiene muy pocas cosas. Una pequeña biblioteca con algunos libros, un mueble largo de caoba con cajones y un reloj de arena como único adorno. La luz es muy tenue.

OSVALDO
Papá, ¿podemos ir al cine el sábado?

ROBERTO
No, ya te dije que tengo que trabajar.

OSVALDO
Pero siempre estás trabajando, papá.

ROBERTO
Mañana, quizá. ¿Te parece?

OSVALDO (resignado)
Mañana tampoco vas a poder.

ROBERTO
Mañana vemos.

OSVALDO lo mira pero no se convence y empieza a jugar en forma insistente con el tenedor y la comida.

ROBERTO
¿Podés terminar de comer en vez de jugar?
¿Qué te pasa?

OSVALDO
Nada… ¿A mamá le gustaba el cine?

ROBERTO
Sí, mucho.

OSVALDO
¿Qué le gustaba?

ROBERTO
No sé, hijo. Comé.

ROBERTO se esfuerza por no llorar e intenta seguir comiendo.

OSVALDO se queda mirando por la ventana al Álamo Carolina totalmente hipnotizado por el movimiento de las ramas y de la hamaca que cuelga de él. De repente, de la copa del árbol surge una luz plateada muy brillante que se apaga instantáneamente. Sin pensarlo se levanta de la mesa y se dirige a la puerta.

ROBERTO
¿Adónde vas?

OSVALDO
A ver el árbol.

ROBERTO
Terminá de comer, es tarde para andar jugando afuera. Vamos.

OSVALDO
Pero…

ROBERTO
Basta, Osvaldito.

OSVALDO refunfuña y sigue comiendo.

ROBERTO
Además, nunca te gustó la hamaca.

OSVALDO
No me gusta ir solo, y vos siempre estás ocupado
para jugar conmigo.

ROBERTO
¿Y ahora sí querés ir solo?

OSVALDO
Quiero ir a ver el árbol nada más. Me dieron ganas.

ROBERTO
No es hora de andar jugando afuera.
Vamos, a lavarse los dientes y a la cama.

OSVALDO
Pero…

ROBERTO lo mira con un gesto que no da lugar a la discusión y OSVALDO sube las escaleras enojado.

ROBERTO lleva los platos sucios a la pileta de la cocina y se pone a lavar, la amargura cubre su rostro e intenta concentrarse en el lavado para no pensar. Por la ventana se puede ver el álamo Carolina pero él no levanta la vista.

INT. CASA – DÍA

OSVALDO se despierta, se viste rápidamente y baja las escaleras muy ansioso, pasa por la puerta del estudio de su padre, quien está trabajando muy concentrado, y sale por la puerta que da al gran jardín trasero de la casa. El pasto sigue tan prolijo como antes, pero ya no hay flores.

El sol da de lleno en el gran jardín pero no hace mucho calor, OSVALDO tiene puesto un jean y una camperita con capucha. Camina decidido hacia el árbol. Una leve brisa mueve suavemente al gran álamo Carolina.
OSVALDO llega a la hamaca y se detiene. La hamaca se mece despacio y OSVALDO agarra una de las sogas para detenerla.

VOZ FEMENINA (OFF SCREEN)
¿Te gusta hamacarte?

OSVALDO, sorprendido, mira para todos lados tratando de buscar de dónde viene la voz. No tiene miedo.

OSVALDO
¿Quién sos?

VF
No sé. No me acuerdo

OSVALDO
¿Estás en el árbol?

VF
Soy el árbol. Eso sí lo sé.

OSVALDO
¿Y por qué tenés voz de mujer?

VF
¿Te parece raro?

OSVALDO
No sé. Pensé que los árboles eran varones.

OSVALDO
¿Cómo te llamas?

VF
No sé.

OSVALDO
Te voy a llamar Elvira. Es el nombre de mi mamá.

VF
Me siento honrada. Seguro es muy linda.

OSVALDO se pone serio y los ojos se humedecen.

VF
¿Estás bien?

OSVALDO
No la conocí. Murió cuando era chiquito.
Mi papá dice que era hermosa. Sobre todo cuando cantaba.

VF
¿Y qué cantaba?

OSVALDO
No sé, papá no habla mucho de ella.

OSVALDO se queda en silencio, sus ojos siguen humedecidos y una pequeña lágrima recorre su mejilla.

VF
Bueno, yo ya tengo nombre, pero no sé el tuyo.

OSVALDO
Me llamo Osvaldo.

VF
¿Y te gusta hamacarte, Osvaldito?

OSVALDO
Sólo no.

VF
Pero no estás solo, yo estoy con vos.

OSVALDO
¿Y cómo me vas a hamacar si no tenes brazos?

VF
Mirá, sentáte.

OSVALDO se sube a la tabla roja y se agarra bien fuerte de las sogas. La rama de la hamaca comienza a moverse lentamente hacia atrás y hacia delante. La brisa acaricia su cara y su pelo. OSVALDO cierra los ojos y sonríe cada vez. A medida que el movimiento es más fuerte Osvaldo pega gritos de la emoción y acompaña con su cuerpo el movimiento de la hamaca

ROBERTO (a lo lejos)
¡Osvaldo! ¡Osvaldo!

La rama se detiene y OSVALDO frena la hamaca con sus pies. Su sonrisa deja de ser tan plena.

OSVALDO
Mejor me voy.

VF
Bueno, Osvaldito. Volvé cuando quieras.


OSVALDO
Chau, Elvira.

OSVALDO vuelve corriendo a su casa, ROBERTO está parado en la cocina con cara de pocos amigos.

OSVALDO
Papá, papá, no sabés, hablé con el árbol, tiene voz de mujer…

ROBERTO
Te estaba llamando, ¿no me escuchabas?
Vamos, tenés que hacer la tarea.

OSVALDO (desesperado)
Pero papá… el árbol… habla, en serio.

ROBERTO
No estoy para juegos, Osvaldito.
Vamos.

OSVALDO
Pero…

ROBERTO
Basta, después de la tarea y el almuerzo volvés a salir.
Ahora a estudiar.

OSVALDO y ROBERTO están almorazando en el comedor, ninguno habla. OSVALDO mira afuera al álamo Carolina. El cielo que antes estaba despejado se cubre totalmente de un manto de nubes muy grises. De a poco comienza a caer una intensa lluvia.

OSVALDO (triste)
¿Puedo salir igual, papá?

ROBERTO
No, te vas a embarrar todo y te podés enfermar.

OSVALDO se resigna y sigue comiendo.

EXT. JARDÍN – DÍA

OSVALDO sale corriendo por la puerta que da al jardín, tiene puesto el guardapolvo y la mochila y en una mano lleva una pequeña botella de Coca Cola.

OSVALDO
Elvira, Elvira. Mirá lo que te traje.

ELVIRA no contesta, OSVALDO da varias vueltas al álamo como si estuviera buscando algo.
OSVALDO
¿Elvira? ¿Elvira? ¿Estás?

ROBERTO lo mira desde la puerta unos instantes y luego vuelve adentro.

ROBERTO
Un árbol que habla. Estos chicos.

OSVALDO golpea despacito el tronco del árbol con su mano como quien golpea una puerta.

OSVALDO
¿Hola? Dale, Elvira, ¿estás?

ELVIRA
Hola, Osvaldito.

OSVALDO
¿Por qué no me contestabas?

ELVIRA
Recién te escucho.

OSVALDO
Mirá, te traje algo.

ELVIRA
¿Qué es?

OSVALDO
Coca, es rica. Es para tomar, tiene burbujas
y es mil veces mejor que el agua.

OSVALDO desenrosca la tapa y vierte despacito un poco de coca cola en las raíces de ELVIRA.

ELVIRA (en forma exagerada)
Mmm, qué rico.

OSVALDO abre la mochila y saca un libro con dibujos.

OSVALDO
Traje esto de la escuela. ¿Me lo querés leer?

ELVIRA
Me encantaría. Vení, recostate sobre el tronco así lo leemos.

La cálida voz comienza a leer el texto infantil mientras OSVALDO se reclina sobre el tronco con el libro abierto. Ambos se ríen.

INT. COCINA – Día

ROBERTO mira a OSVALDITO a través de la ventana de la cocina.

ROBERTO
Bueh, por lo menos está haciendo la tarea.

INT. COMEDOR – NOCHE

ROBERTO y OSVALDITO están cenando. ROBERTO está muy pensativo. OSVALDO tararea mientras come muy contento, pero su papá no le presta atención.

OSVALDITO
Terminé, papá.

ROBERTO
Bueno, vamos a dormir.

OSVALDITO sube a su habitación mientras ROBERTO saca los platos. Apaga todas las luces y suspira. Sube por las escaleras, apaga la luz de la habitación de su hijo, le da las buenas noches y deja la puerta entornada. Entra a su habitación y se tira en la cama al borde de las lágrimas, besa la foto de su esposa que tiene en su mesita de luz y apaga el velador. En la oscuridad se oye un sollozo apagado.

EXT. JARDIN – NOCHE

La misma luz plateada vuelve a aparecer en la copa del Alamo Carolina y lentamente flota hacia la puerta trasera de la casa. Atraviesa el vidrio y sube por la escalera hacia la habitación de ROBERTO. A medida que entra la luz va tomando la forma de una silueta femenina de pelo largo. ROBERTO duerme con un gesto de amargura en su rostro. La silueta le da un cariñoso beso en la frente y le susurra al oído.

ELVIRA
Yo también te extraño, amor.
No estás solo. Yo estoy con vos.

La silueta se acurruca al lado de ROBERTO abrazándolo por unos instantes y se apaga sin dejar rastros.

INT. COMEDOR – DÍA

ROBERTO y OSVALDITO están desayunando. ROBERTO no está tan amargado como antes. Aunque la diferencia es sutil. Mira más a OSVALDITO y no está tan hundido en su melancolía.



OSVALDITO
¿Vamos al cine hoy, papá?

ROBERTO lo mira y esboza una leve sonrisa.

ROBERTO
Sí, hijito, hoy sí.

jueves, 17 de junio de 2010

Escribir Cine


Y me largué nomás, junté coraje y me anoté en el curso de Guión que dictan Campanella y Aída Bortnik. Qué saldrá de esto no lo sé. Sí sé que tengo la necesidad de escribir y me costaba mucho hacerlo por mis propios medios, ojala rinda sus frutos.

De movida, lo que estoy aprendiendo con estos dos grosos garpa muchísimo. Lo único que lamento es haber tenido que dejar el curso de otro groso, Guillermo Hernández, por coincidencia de horarios. Si alguien lee esto y tiene la posibilidad, hagan su curso de análisis de films porque es increíble.

viernes, 20 de marzo de 2009

Linterna 2010

Todavía no lo puedo creer, no sólo la versión cinematográfica de mi personaje favorito de historietas, Linterna Verde, ya es un hecho y tiene fecha de estreno (17 de Diciembre de 2010) sino que además el director encargado de darle vida a este policía intergaláctico es nada menos que Martin Campbell (Casino Royale). Ojalá sea un caño la peli.

Y ya que estamos, como todavía no se eligió quién encarnará a Hal Jordan (algunos rumorean a Chris Pike, el nuevo Capitán Kirk) yo pongo mi voto por Josh Duhamel (Las Vegas, Transformers). Vean sino el parecido:


















lunes, 2 de marzo de 2009

El monstruo que vivía debajo de la cama

Este es el primer cuento que escribí en el taller de Alberto Laiseca, espero que les guste:

Debajo de mi cama vive algo extraño. No sé qué es pero por las noches, antes de dormirme, me susurra. Me habla al oído pero no lo siento cerca, por las cosas que dice parece conocerme pero tiene una voz extraña, rasposa y vieja.

Nunca lo puedo ver, cuando me habla siento que está directamente debajo mío pero si me fijo, debajo de la cama no hay nada. Si cierro los ojos es peor, a medida que me habla sus enormes brazos peludos se entrelazan en un nudo del cual me es imposible escapar.

Vuelvo a abrir los ojos y lo sigo escuchando. Mis gritos no lo ahuyentan, prender la luz no sirve de nada, él sólo se queda ahí, debajo de mi cama susurrando, hablando por lo bajo, a veces levanta su voz, pero el mensaje es siempre el mismo.

Sus palabras son un murmullo inaudible, pero siempre me queda una sensación de depresión casi imposible de superar. Su murmullo socava mi fuerza de voluntad, me hace sentir inservible, por las noches no me deja dormir, mi miedo a ser atrapado por esos gigantescos y horribles brazos peludos es cada vez mayor. Hay noches en las que intento no ir a la cama y quedarme despierto pero, en medio del silencio abrumador de mi casa, siento un extraño llamado que me urge ir a acostarme. Es más apagado que la voz del monstruo pero es increíblemente tentador.

De todas formas, hoy se termina, esta noche lo enfrento y lo destierro de mi dormitorio de una vez por todas. Ya estoy harto de que esta porquería me quite la voluntad, las ganas de hacer cosas. Hoy digo basta, basta de quedarme en casa todo el día, basta de estar acostado mirando la tele mientras siento que muy por lo bajo la bestia se sonríe.

Ya se acerca la medianoche, mis ojos no dan más, me muero de cansancio, lo único que quiero es desplomarme sobre mi cama. Esa cama que se fue transformando en un lugar extraño en donde dormir es casi imposible. Esa cama que alberga algo terrible, sombrío. Esa bestia que me atormenta noche a noche. Sin embargo, esta noche sólo quiero estar ahí, sacarme esa cosa de encima y volver a dormir como Dios manda, volver a soñar apaciblemente y despertar a la mañana sintiéndome renovado.

Me quedo parado en la puerta del dormitorio, mi respiración se hace cada vez más pesada, mi corazón está por explotar, tengo un peso en mi pecho que me hunde, no me deja avanzar, pero aún así voy hacia la cama. Me acuesto y apago la luz del velador. Cierro mis ojos y me envuelvo en la oscuridad, me concentro en el sonido de mi respiración, el único sonido que se oye en el dormitorio. La espera se hace eterna, parece que pasan horas entre una exhalación y otra. Espero y espero y no aparece nada, no oigo nada. De a poco comienzo a quedarme dormido, mi respiración se hace cada vez más profunda, cada vez más relajante y logro dormirme.

Pero ese breve momento de calma no dura mucho. Desde muy lejos comienzo a sentir ese maldito murmullo y mi corazón comienza a latir salvajemente. Los gigantescos y peludos brazos de ese monstruo sin nombre se entrelazan sobre mí y su áspera y vieja voz comienza a raspar mis oídos. El murmullo es constante y cada vez más fuerte. Intento forcejear pero me es imposible, la fuerza de sus brazos y el efecto que su voz tiene sobre mi voluntad son una combinación muy poderosa. De a poco me voy calmando y me dejo llevar por su voz. Siento que mi voluntad desaparece de a poco, que todo lo que me hacía feliz ya no me resulta atractivo. La amargura me inunda y sólo puedo permanecer inmóvil en mi cama. Mi deseo se consume hasta desaparecer. En un último intento de rebeldía quiero gritar hasta quedarme sin voz pero no puedo, lo intento pero sólo logro abrir la boca. Finalmente dejo de probar, dejo de resistirme y me quedo quieto, mirando el techo sin poder hacer nada.

martes, 9 de diciembre de 2008

La Tapa

Y finalmente la terminé. Luego de posponer una y otra vez el laburo de armar una tapa para el primer volumen de historietas que mandé a encuadernar, mandé a imprimir esta belleza que ven acá.
Es muy fácil, me fijé en un par de foros especializados, me bajé el template de la tapa y la contratapa y lo personalicé con Photoshop.

Acá está en toda su gloria la tapa para el primer volumen de Justice League of America o JLA para los amigos.



martes, 11 de noviembre de 2008

¡Asalto!

Un desfiladero cualquiera. El sol comienza a emprender su retirada pero aún quema. Lo único que se puede observar en cualquier dirección es un paisaje árido, muy pocas hierbas y arbustos crecen a lo largo de las rocosas paredes de este desolado desfiladero. Inesperadamente, la tranquilidad del desierto se ve interrumpida por el leve galope de un pequeño número de caballos. Sobre estas bestias de carga viaja un grupo de soldados del regimiento de caballería del ejército de los Estados Unidos. Hastiados del inhóspito desierto, estos hombres marchan decididamente pero sin disimular su hartazgo. El cruel polvo que suele viajar a través de los arremolinados vientos que azotan la región se apoltrona en sus gastados uniformes. Apenas se puede distinguir el imponente azul que hace algún tiempo hiciera temblar al gris ejército del sur.

El sargento Spencer va al frente, lleva consigo la bandera de esta nueva nación; forjada en sangre. Este líder nato maldice su suerte. De no haber sido por aquél insignificante error que cometió en el Fuerte Branning ya hubiera subido un par de peldaños en el escalafón militar al que pertenecía. Si tan solo no tuviera esa debilidad por las mujeres... de 15 años! Pero no, tenía que aprovechar la oportunidad de deflorar a la hija del Coronel. La única razón por la cual Spencer no fue fusilado fue política. El Coronel no podía dejar que todo el mundo se enterase que su hija seguía los pasos de su madre; quién supo “entretener” a todo un regimiento en tiempos de guerra. El único castigo que Spencer recibió fue este; será Sargento de por vida, y de lo único que se ocupará es de pequeñas tareas como la que lleva a cabo en este momento. La custodia de una carreta cuyo contenido es totalmente desconocido por los soldados.

Todos estos pensamientos rondan su cabeza mientras su mirada se pierde en el lejano y apacible horizonte. Resignado continúa su marcha, sabiendo que llegó al pico de su progreso. Afortunadamente o no, su resignación dura poco, al igual que su vida; un ensordecedor estallido se escucha y, casi al mismo tiempo, la cabeza de Spencer se abre de par en par, sus pensamientos se esfuman en el aire.

Antes de que ningún otro soldado tenga tiempo para reaccionar, el profundo silencio que había invadido el desfiladero tras la muerte instantánea del pobre Spencer fue súbitamente interrumpido por un sonido similar; excepto que este sonido se repetía una y otra vez sin dar un respiro. Los soldados caían al suelo como moscas sin siquiera poder desenfundar sus revólveres. De todas formas, de nada les hubiera servido, ya que no podían distinguir de donde provenían los disparos. Algunos, en vano, intentaban mantenerse ocultos en las paredes del desdichado desfiladero sin darse cuenta que el fuego provenía de lo alto de ambas paredes. En el aire se mezclaban los gritos de los hombres y la macabra música que los disparos producían. Macabra y bizarra, ya que las violentas ráfagas del fusil a repetición se alternaban armoniosamente con los disparos que escupía el poderoso rifle Winchester, autor material de la muerte de Spencer.

Tras unos breves instantes en los que lo único que se escuchaba eran las frenéticas ráfagas del fusil a repetición, el desfiladero se vió inundado por una trágica calma. Lo único que se podía escuchar era el viento. El aroma de la polvora todavía se sentía en el aire, los cuerpos de los soldados yacían sobre el polvo, inmutables. La sangre que huía de sus cuerpos penetraba el suelo, casi como si estuviera escapando del ataque. El o los asaltantes, no parecían dar señales de vida, pacientemente aguardaban en la cima de las rocosas paredes con una paciencia casi oriental. Quizá alguno de estos orgullosos soldados les estaba tendiendo una trampa, pretendiendo estar muerto y cuando los tuviera a tiro, los mataría sin piedad. Mejor esperar, los muertos no iban a ir a ningún lado de todas formas; y la mercancía tampoco.

Después de unos minutos que parecían eternos, decidieron bajar y de esa forma develar la incógnita del verdadero número de atacantes. Quizá por los disparos, los soldados pensaron que se enfrentaban a un gran número de bandidos, pero no. Solamente dos personas bajaron desde donde estaban escondidos. Un fornido mejicano. Alto y fibroso; de ojos aguileños y mirada hipnotizante. El otro, de estatura media baja, morrudo. Sus ojos eran muy pequeños, daban la sensación de estar cerrados todo el tiempo. Parecían soldados de Pancho Villa, con bandoleras, pero en vez de llevar las clásicas ropas blancuzcas que usan los campesinos de su tierra, estos enigmáticos forajidos vestían pantalones grises y ponchos. A simple vista no daban la impresión de ser un expertos tiradores, ni siquiera parecían gozar de esa profesional paciencia que poseen los criminales de carrera.

Tomándose su tiempo, lentamente comenzaron a revisar a los muertos uno por uno. Como perros a la carroña, estos intrigantes bandidos escudriñan los bolsillos de los soldados en busca de objetos de valor, condecoraciones y cualquier cosa útil que puedan encontrar. Tan concentrados estaban en su tarea de saqueo que no se dieron cuenta de que el único hombre que sobrevivió al ataque permanecía inmutable debajo de la carreta; aguardando con impaciencia el momento justo. Espera y espera, hasta que ve su oportunidad; justo cuando ambos delincuentes le dan la espalda, sale agazapado por detrás de la carreta. Toma uno de los pocos caballos que quedaban vivos, y, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no hacer el más mínimo ruido, sale al galope rezando por que no lo vean.

Pero la suerte no estaba de su lado. En el mismo instante en que iniciaba su huída, Paco y Luis se dieron cuenta. Se miran y sonríen, parecen disfrutar la oportunidad que este hombre les había dado. Se quedan quietos, inmóviles; las manos de Paco toman su rifle Winchester amartillándolo. Luis hace lo mismo con su Colt Peacemaker plateada. Ni siquiera una gota de sudor recorre sus curtidos pellejos, testigos de tanto crimen y tanto salvajismo. Respiran profundo casi al unísono, cuentan mentalmente hasta cinco; se dan vuelta, apuntan y disparan.

El caballo se va deteniendo poco a poco. El soldado se desploma en el suelo, su cuerpo se queda sin vida instantáneamente. Podemos ver en su espalda dos agujeros de bala de distinto tamaño. Paco y Luis se miran, Paco sonríe y comienza a reir, sus carcajadas resuenan por todo el desfiladero. Luis se queda serio, apenas puede aceptar el resultado de tan perversa competencia.

Los dos terminan de revisar los cuerpos y se dirigen hacia la carretera. Su misterioso objetivo se esconde bajo una sucia lona verde. La descubren y develan cuál era la carga tan importante como para que un grupo del ejército la escolte. Nitroglicerina, varias cajas pequeñas apiladas de forma pareja y cuidadosa.

Paco continúa riéndose pero con menor intensidad mientras se sube a la carreta. Luis se sienta a su lado y mira fijo al horizonte, nunca le cayó bien la derrota. Sin que le diera ninguna indicación, Paco castiga a los caballos con las riendas y, con marcha lenta y cautelosa, siguen hasta esfumarse en el horizonte.

jueves, 28 de agosto de 2008

Giro de colección

Desde mis tiernos 13 años comencé a coleccionar historietas. Si bien de vez en cuando compraba algo fuera de lo común como Preacher, siempre coleccionaba comics de los personajes más clásicos (Batman, Superman, Linterna Verde).

Como le debe pasar a la mayoría de los coleccionistas, tras 18 años de despuntar el vicio de este querido y amado hobby, me enfrento a un problema cada vez mayor. El espacio. Las largas cajas blancas que atesoran mis fascículos ya no cumplen el rol salvador que solían brindar. Atrás en el tiempo quedó la solución mágica de guardar cada número en su respectiva bolsita especial.

Por suerte, casi por casualidad, visitando foros de coleccionistas me topé con lo que creo que es la mejor solución para esto. Quizá alguno me tildará de hereje (igual nadie lee este blog así que...) pero voy a empezar a encuadernar mis historietas. En realidad ya hice un experimento piloto y obtuve excelentes resultados. Acá van unas fotos de ejemplo.

















La verdad que el resultado es un tomo de lujo increíble que facilita la lectura al no tener que buscar en 800 cajas a los comics por separado y uno pasa de tener esto:






A tener una hermosa biblioteca como esta:





Para la próxima, voy a experimentar con la sobrecubierta hecha en Photoshop.