miércoles, 1 de septiembre de 2010

El Alamo Carolina

Del curso de guión cinematográfico que estoy haciendo con Campanella y Bortnik, este es el trabajo que más me gustó hasta ahora. El punto de partida fue el cuento de Haroldo Conti "La Balada del Álamo Carolina".



EXT. JARDIN DE UNA CASA – DÍA
Elvira, una hermosa mujer de unos 30 años, pelo negro, ojos verdes y una sonrisa reconfortante, embarazada de casi 9 meses, riega con mucho amor y cuidado las flores de todos los colores que hay en el enorme jardín de su casa. Mientras riega canta una dulce canción. El jardín parece una pintura, las flores están agrupadas prolijamente en rectángulos. El pasto está perfectamente cortado y es de un color verde intenso y en el medio hay un pequeño Alamo Carolina. De golpe suelta la regadera y se toma la panza, siente un dolor punzante y se arrodilla en el suelo.

ELVIRA (gritando)
¡Roberto! ¡Está llegando Osvaldito!

La puerta que da al jardín se abre violentamente y ROBERTO, un hombre alto, flaco de mirada profunda y nariz aguileña sale corriendo hacia ELVIRA y la levanta.

ROBERTO
Acá estoy, amor. No te preocupes.

ELVIRA
Me duele mucho. Es muy ansioso, Osvaldito.

ROBERTO
Ya vamos. Ya vamos.

ROBERTO la sube al auto y sale a toda velocidad rumbo al hospital.

INT. SALA DE ESPERA DE HOSPITAL – DÍA

ROBERTO espera sentado en la sala del hospital. Se aprieta las manos enérgicamente y clava la mirada en el piso. La espera es intolerable.

Aparece un cirujano, le pone una mano sobre su hombro y Roberto se pone de pie.

ROBERTO
¿Cómo está Elvira, doctor? Dígame que está bien.

CIRUJANO
Lo siento mucho, Sr. González. Su esposa perdió mucha sangre en el camino. Sólo pudimos salvar al bebé.

ROBERTO se queda en silencio, tarda en asimilar la pérdida y transcurren unos instantes hasta que se desploma sobre la silla en la que estaba sentado y llora desconsoladamente. El cirujano se queda parado sin saber cómo reconfortarlo.

INT. COMEDOR – NOCHE

ROBERTO está sentado en la mesa junto a OSVALDO quien tiene ya 6 años. ROBERTO tiene la mirada perdida y come sin ganas. OSVALDO lo mira con un dejo de tristeza. El comedor está muy ordenado pero es un lugar frío. Tiene muy pocas cosas. Una pequeña biblioteca con algunos libros, un mueble largo de caoba con cajones y un reloj de arena como único adorno. La luz es muy tenue.

OSVALDO
Papá, ¿podemos ir al cine el sábado?

ROBERTO
No, ya te dije que tengo que trabajar.

OSVALDO
Pero siempre estás trabajando, papá.

ROBERTO
Mañana, quizá. ¿Te parece?

OSVALDO (resignado)
Mañana tampoco vas a poder.

ROBERTO
Mañana vemos.

OSVALDO lo mira pero no se convence y empieza a jugar en forma insistente con el tenedor y la comida.

ROBERTO
¿Podés terminar de comer en vez de jugar?
¿Qué te pasa?

OSVALDO
Nada… ¿A mamá le gustaba el cine?

ROBERTO
Sí, mucho.

OSVALDO
¿Qué le gustaba?

ROBERTO
No sé, hijo. Comé.

ROBERTO se esfuerza por no llorar e intenta seguir comiendo.

OSVALDO se queda mirando por la ventana al Álamo Carolina totalmente hipnotizado por el movimiento de las ramas y de la hamaca que cuelga de él. De repente, de la copa del árbol surge una luz plateada muy brillante que se apaga instantáneamente. Sin pensarlo se levanta de la mesa y se dirige a la puerta.

ROBERTO
¿Adónde vas?

OSVALDO
A ver el árbol.

ROBERTO
Terminá de comer, es tarde para andar jugando afuera. Vamos.

OSVALDO
Pero…

ROBERTO
Basta, Osvaldito.

OSVALDO refunfuña y sigue comiendo.

ROBERTO
Además, nunca te gustó la hamaca.

OSVALDO
No me gusta ir solo, y vos siempre estás ocupado
para jugar conmigo.

ROBERTO
¿Y ahora sí querés ir solo?

OSVALDO
Quiero ir a ver el árbol nada más. Me dieron ganas.

ROBERTO
No es hora de andar jugando afuera.
Vamos, a lavarse los dientes y a la cama.

OSVALDO
Pero…

ROBERTO lo mira con un gesto que no da lugar a la discusión y OSVALDO sube las escaleras enojado.

ROBERTO lleva los platos sucios a la pileta de la cocina y se pone a lavar, la amargura cubre su rostro e intenta concentrarse en el lavado para no pensar. Por la ventana se puede ver el álamo Carolina pero él no levanta la vista.

INT. CASA – DÍA

OSVALDO se despierta, se viste rápidamente y baja las escaleras muy ansioso, pasa por la puerta del estudio de su padre, quien está trabajando muy concentrado, y sale por la puerta que da al gran jardín trasero de la casa. El pasto sigue tan prolijo como antes, pero ya no hay flores.

El sol da de lleno en el gran jardín pero no hace mucho calor, OSVALDO tiene puesto un jean y una camperita con capucha. Camina decidido hacia el árbol. Una leve brisa mueve suavemente al gran álamo Carolina.
OSVALDO llega a la hamaca y se detiene. La hamaca se mece despacio y OSVALDO agarra una de las sogas para detenerla.

VOZ FEMENINA (OFF SCREEN)
¿Te gusta hamacarte?

OSVALDO, sorprendido, mira para todos lados tratando de buscar de dónde viene la voz. No tiene miedo.

OSVALDO
¿Quién sos?

VF
No sé. No me acuerdo

OSVALDO
¿Estás en el árbol?

VF
Soy el árbol. Eso sí lo sé.

OSVALDO
¿Y por qué tenés voz de mujer?

VF
¿Te parece raro?

OSVALDO
No sé. Pensé que los árboles eran varones.

OSVALDO
¿Cómo te llamas?

VF
No sé.

OSVALDO
Te voy a llamar Elvira. Es el nombre de mi mamá.

VF
Me siento honrada. Seguro es muy linda.

OSVALDO se pone serio y los ojos se humedecen.

VF
¿Estás bien?

OSVALDO
No la conocí. Murió cuando era chiquito.
Mi papá dice que era hermosa. Sobre todo cuando cantaba.

VF
¿Y qué cantaba?

OSVALDO
No sé, papá no habla mucho de ella.

OSVALDO se queda en silencio, sus ojos siguen humedecidos y una pequeña lágrima recorre su mejilla.

VF
Bueno, yo ya tengo nombre, pero no sé el tuyo.

OSVALDO
Me llamo Osvaldo.

VF
¿Y te gusta hamacarte, Osvaldito?

OSVALDO
Sólo no.

VF
Pero no estás solo, yo estoy con vos.

OSVALDO
¿Y cómo me vas a hamacar si no tenes brazos?

VF
Mirá, sentáte.

OSVALDO se sube a la tabla roja y se agarra bien fuerte de las sogas. La rama de la hamaca comienza a moverse lentamente hacia atrás y hacia delante. La brisa acaricia su cara y su pelo. OSVALDO cierra los ojos y sonríe cada vez. A medida que el movimiento es más fuerte Osvaldo pega gritos de la emoción y acompaña con su cuerpo el movimiento de la hamaca

ROBERTO (a lo lejos)
¡Osvaldo! ¡Osvaldo!

La rama se detiene y OSVALDO frena la hamaca con sus pies. Su sonrisa deja de ser tan plena.

OSVALDO
Mejor me voy.

VF
Bueno, Osvaldito. Volvé cuando quieras.


OSVALDO
Chau, Elvira.

OSVALDO vuelve corriendo a su casa, ROBERTO está parado en la cocina con cara de pocos amigos.

OSVALDO
Papá, papá, no sabés, hablé con el árbol, tiene voz de mujer…

ROBERTO
Te estaba llamando, ¿no me escuchabas?
Vamos, tenés que hacer la tarea.

OSVALDO (desesperado)
Pero papá… el árbol… habla, en serio.

ROBERTO
No estoy para juegos, Osvaldito.
Vamos.

OSVALDO
Pero…

ROBERTO
Basta, después de la tarea y el almuerzo volvés a salir.
Ahora a estudiar.

OSVALDO y ROBERTO están almorazando en el comedor, ninguno habla. OSVALDO mira afuera al álamo Carolina. El cielo que antes estaba despejado se cubre totalmente de un manto de nubes muy grises. De a poco comienza a caer una intensa lluvia.

OSVALDO (triste)
¿Puedo salir igual, papá?

ROBERTO
No, te vas a embarrar todo y te podés enfermar.

OSVALDO se resigna y sigue comiendo.

EXT. JARDÍN – DÍA

OSVALDO sale corriendo por la puerta que da al jardín, tiene puesto el guardapolvo y la mochila y en una mano lleva una pequeña botella de Coca Cola.

OSVALDO
Elvira, Elvira. Mirá lo que te traje.

ELVIRA no contesta, OSVALDO da varias vueltas al álamo como si estuviera buscando algo.
OSVALDO
¿Elvira? ¿Elvira? ¿Estás?

ROBERTO lo mira desde la puerta unos instantes y luego vuelve adentro.

ROBERTO
Un árbol que habla. Estos chicos.

OSVALDO golpea despacito el tronco del árbol con su mano como quien golpea una puerta.

OSVALDO
¿Hola? Dale, Elvira, ¿estás?

ELVIRA
Hola, Osvaldito.

OSVALDO
¿Por qué no me contestabas?

ELVIRA
Recién te escucho.

OSVALDO
Mirá, te traje algo.

ELVIRA
¿Qué es?

OSVALDO
Coca, es rica. Es para tomar, tiene burbujas
y es mil veces mejor que el agua.

OSVALDO desenrosca la tapa y vierte despacito un poco de coca cola en las raíces de ELVIRA.

ELVIRA (en forma exagerada)
Mmm, qué rico.

OSVALDO abre la mochila y saca un libro con dibujos.

OSVALDO
Traje esto de la escuela. ¿Me lo querés leer?

ELVIRA
Me encantaría. Vení, recostate sobre el tronco así lo leemos.

La cálida voz comienza a leer el texto infantil mientras OSVALDO se reclina sobre el tronco con el libro abierto. Ambos se ríen.

INT. COCINA – Día

ROBERTO mira a OSVALDITO a través de la ventana de la cocina.

ROBERTO
Bueh, por lo menos está haciendo la tarea.

INT. COMEDOR – NOCHE

ROBERTO y OSVALDITO están cenando. ROBERTO está muy pensativo. OSVALDO tararea mientras come muy contento, pero su papá no le presta atención.

OSVALDITO
Terminé, papá.

ROBERTO
Bueno, vamos a dormir.

OSVALDITO sube a su habitación mientras ROBERTO saca los platos. Apaga todas las luces y suspira. Sube por las escaleras, apaga la luz de la habitación de su hijo, le da las buenas noches y deja la puerta entornada. Entra a su habitación y se tira en la cama al borde de las lágrimas, besa la foto de su esposa que tiene en su mesita de luz y apaga el velador. En la oscuridad se oye un sollozo apagado.

EXT. JARDIN – NOCHE

La misma luz plateada vuelve a aparecer en la copa del Alamo Carolina y lentamente flota hacia la puerta trasera de la casa. Atraviesa el vidrio y sube por la escalera hacia la habitación de ROBERTO. A medida que entra la luz va tomando la forma de una silueta femenina de pelo largo. ROBERTO duerme con un gesto de amargura en su rostro. La silueta le da un cariñoso beso en la frente y le susurra al oído.

ELVIRA
Yo también te extraño, amor.
No estás solo. Yo estoy con vos.

La silueta se acurruca al lado de ROBERTO abrazándolo por unos instantes y se apaga sin dejar rastros.

INT. COMEDOR – DÍA

ROBERTO y OSVALDITO están desayunando. ROBERTO no está tan amargado como antes. Aunque la diferencia es sutil. Mira más a OSVALDITO y no está tan hundido en su melancolía.



OSVALDITO
¿Vamos al cine hoy, papá?

ROBERTO lo mira y esboza una leve sonrisa.

ROBERTO
Sí, hijito, hoy sí.

jueves, 17 de junio de 2010

Escribir Cine


Y me largué nomás, junté coraje y me anoté en el curso de Guión que dictan Campanella y Aída Bortnik. Qué saldrá de esto no lo sé. Sí sé que tengo la necesidad de escribir y me costaba mucho hacerlo por mis propios medios, ojala rinda sus frutos.

De movida, lo que estoy aprendiendo con estos dos grosos garpa muchísimo. Lo único que lamento es haber tenido que dejar el curso de otro groso, Guillermo Hernández, por coincidencia de horarios. Si alguien lee esto y tiene la posibilidad, hagan su curso de análisis de films porque es increíble.